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Su editora desde 2009, Yuriria Rodríguez Castro.



jueves, 22 de julio de 2010

Las Aparicio, apariciones y apariencias


Yuriria Rodríguez Castro



Las Aparicio es una serie que ha programado una hora de inteligencia diaria a la televisión mexicana; se trata de una historia diferente que no basa su fuerza en una cultura ajena, opuesta a la cosmovisión del México más antiguo y moderno. En esta serie, las mujeres Aparicio “conviven” con sus apariciones en habitaciones y partidas de ajedrez.

Las escenas donde el mundo de los muertos y el de los vivos se juntan en esta serie, son algo natural y cotidiano; bajo el timón de Carlos Payán y Epigmenio Ibarra; así como gracias al trabajo artístico y creativo de Natassja Ibarra y Eréndira Ibarra; el resultado televisivo acierta en esta manera de retratar lo que en la cultura nacional representa la muerte, pues mientras otros melodramas convencionales nos la muestran atemorizante, en Las Aparicio todos la pasan con sus muertos, incluso Rafaela, la matriarca de la familia, quien prepara su muerte en calma.

La premisa de Las Aparicio es que “el matrimonio conduce a la muerte de sus parejas”, ellas, a la vista de los hombres, son una especie de viudas negras dispuestas a amar y matar.

El mentor de esta historia es la matriarca de la familia, Rafaela; ella tiene la severidad de la mujer honesta y experimentada que confronta a sus hijas y las cuestiona, para que ellas duden y reconsideren, asumiendo otra postura en su vida laboral e íntima.

Aunque la estructura dramática de la historia contiene los elementos arquetípicos de cualquier otro drama, Las Aparicio muestra mayor complejidad en algunos personajes, mientras que otros no completan aún su carácter en la historia.

Los arquetipos en Las Aparicio son muchos y van cambiando conforme se desarrolla la serie, donde cada una se encuentra con personajes distintos que marcan su propia trama, partiendo de que el arquetipo de héroe-heroína lo representan cuatro protagonistas de Las Aparicio: Alma, Mercedes, Julia y Rafaela.

Julia, figura cambiante

Sin embargo, hay una Aparicio, Julia, en la que el arquetipo figura cambiante es una constante pese a ser heroína. Julia expresa la energía del ánimus, es decir, del ánima; término que emplea Carl Gustav Jung para referirse al elemento masculino presente en el inconsciente femenino. Esta ambivalencia se observa en la bisexualidad de Julia, que la muestra insegura y por momentos borrosa en la historia.

Julia aún no descubre si su realización de pareja corresponde a una proyección del ánimus o al amor; todavía no logra conciliar y aceptar esta unión dual. Por eso, este personaje se encuentra en una disyuntiva que la enemista consigo misma, con su carácter de heroína, donde la figura cambiante se opone a su meta.


El inconsciente de la figura cambiante en Julia, es también un catalizador del cambio, sus imágenes e ideas sobre la sexualidad y las relaciones, la frenan y la impulsan al mismo tiempo.

Aunque esta concepción sexual y de pareja es algo presente también en sus otras hermanas, quienes igualmente asumen el rol de figura cambiante en algunos momentos de la serie, es Julia quien mantiene una constante en este arquetipo.

Además de ser figura cambiante, Julia está atada a una unidad de opuestos: Armando y Mariana. En la unidad de opuestos es imposible frenar las desaveniencias; aunque en el caso de Mariana y Armando ha habido un intento por solidarizarse en un mismo objetivo que es forzar la decisión de Julia, ambos saben que uno quedará fuera en su lucha por ganar el amor de Julia Aparicio.

La elección de Julia destruirá el amor de uno de los dos en el triángulo, por eso es una figura cambiante antagonizada por la unidad de opuestos.



Máximo, la sombra

El personaje de Máximo se ubica en el inconsciente de los personajes a los que visita, es la sombra y embaucador de Las Aparicio y de Leonardo.

Según la categoría de arquetipos citada por Christopher Vogler en El viaje del escritor, la sombra representa la energía del lado oscuro, de lo inexpresado y del rechazo; este arquetipo simboliza el poder de los sentimientos reprimidos, tal como lo hace Máximo con sus visitaciones. Máximo es el antagonista de la historia, está montado en el mismo caballo que Rafaela, Alma y Leonardo; pero tiene otra forma de jalar la rienda, para lo cual influye desde las emociones y los sentimientos de los personajes visitados.

La sombra de Máximo son los recuerdos y un futuro que amenaza con destruir a los tres personajes. La función de la sombra, según Vogler, es la de desafiar al héroe y proporcionarle un oponente digno con quien luchar. Estas sombras crean y avivan el conflicto, ya que impulsan al héroe al cambio y a la aceptación del reto que les impone.

La sombra se apodera de Rafaela, Alma y Leonardo, cuando estos se ven paralizados por las dudas generadas por los irónicos cuestionamientos de Máximo, cuando los invade la culpa, el egoísmo y la ambición. En el caso de Leonardo, Máximo lo empuja a mostrarse egoísta subyugando el amor que siente por Alma; en Rafaela, Máximo la lleva de la culpa a la duda anunciándole su muerte; en Alma despierta sus temores de pareja y sus prejuicios morales. Sin duda, Máximo es la sombra de Las Aparicio.

Rafaela, mentora y embaucadora

Dice Vogler que el embaucador proyecta las energías de la malicia y el deseo de cambio; por eso, Rafaela se circunscribe a este arquetipo, porque no es en absoluto conservadora, está buscando el cambio en positivo de sus hijas y nietas; es quizá la más liberada y liberadora de todas Las Aparicio.

La figura del héroe embaucador es un arquetipo presente en los mitos y cuentos populares más antiguos, es un pícaro lleno de sarcasmo e ironía. Rafaela tiene la agudeza crítica del embaucador, es ingeniosa y muy aguda. Ella es un catalizador del cambio, pero al mismo tiempo es la anciana sabia de la familia, la mentora de Las Aparicio que entusiasma y motiva a quienes le rodean. Ella ha sido llamada para proteger a las heroínas de esta serie, es la guía del viaje de su peculiar familia constituida por mujeres y del propio viaje hacia la muerte.

Los mentores, desde la Odisea de Homero, hablan en nombre de Dios o inspirados por una sabiduría divina. Los mentores también enseñan y orientan, poseen un don y otorgan una ofrenda u obsequio mágico al héroe. Rafaela mentora, prepara su mayor obsequio a sus hijas al alistar su herencia.

Alma, mentora sexual

Por otra parte, hay una faceta en el mentor relacionada con la iniciación sexual; aquí podría circunscribirse el personaje de Alma, quien representa al shakti de la India, quien conduce al amante a la experiencia de lo divino. En este sentido arquetípico, Alma es una guía espiritual en las experiencias sexuales de sus iniciadas a las que les da clase y de alguna forma entra e intima con ellas, de igual manera lo hace con sus scores, a quienes inicia en la labor de ser también mentores sexuales.

Alma cree poseer un don que gusta de compartir con las mujeres más frígidas y reprimidas sexualmente; ella a su vez liberó su sexualidad en un ritual de iniciación con un hombre mayor, quien después sería su esposo y sombra, Máximo.

Aurelia, heraldo del linaje Aparicio

Aurelia es la voz narrativa que cuenta la historia de Las Aparicio. Históricamente, los heraldos anuncian y recitan las causas del conflicto de guerra, son los responsables de reconocer los linajes y escudos de armas, así como también se encargan de identificar personas y relaciones en la batalla.

Aurelia es un heraldo porque es un personaje neutral que está dentro de la historia sin estar directamente involucrada en ella, es un ama de llaves encargada de llevar el mensaje de Rafaela a sus hijas cuando ésta al fin muera. Aurelia se ubica como emisaria y embajadora de la historia de Las Aparicio; vive con ellas aunque no forma parte de la familia y esto le permite ser el heraldo que cuenta e hila las historias de cada una de ellas.

Leonardo, guardián del umbral

Aunque personajes como Leonardo, pareja de Alma, entraría en la clasificación de guardián del umbral, por momentos también manifiesta rasgos de figura cambiante dentro de la trama.

Para saber la verdad acerca de la muerte de Máximo, cuya sombra le importuna, Alma tendrá que cruzar el umbral de acceso a un nuevo mundo, en el que el guardián de esa oscura verdad es Leonardo.

Leonardo no es un héroe que acompaña románticamente a su heroína Alma, él es un antagonista de menor fuerza que Máximo y que la complicidad con éste, lo ha convertido en guardián y centinela de la sombra. Por eso Leonardo también es oscuro, porque es una extensión sombría del fallecido esposo de Alma.

El personaje de Leonardo se encarga de acortar la distancia entre Máximo y Alma, permitiéndole al primero estar alerta de cada movimiento que ella realiza.

La función psicológica del guardián del umbral es la de la neurosis, los vicios, las dependencias, las carencias y limitaciones. Tal como se conduce Leonardo, quien se siente en desventaja con Máximo, tiene una relación de dependencia con Alma y se encuentra limitado por la sombra que, a su vez, fue y sigue siendo después muerto, su más grande mentor. Así se lo revela Leonardo a Alma mientras ella duerme en sus brazos, al confesar que el mismo hombre que la marcó a ella, lo marcó a él; y es que la relación entre Máximo y Leonardo es tan iniciática como la que sostenían Alma y él; para ambos Máximo ha sido un padre y mentor.

Las Aparicio y las apariencias de la mujer unidimensional

El hombre unidimensional de Herbert Marcuse, sirve también para analizar la unidimensionalidad de la mujer en la modernidad: el preámbulo de Las Aparicio dicta un manual de cómo ser una mujer perfecta.

Las Aparicio son todavía unidimensionales, viven en la dimensión única de la mujer cosmopolita, con riquezas, elegancia y éxito. Aunque parecen liberadas, aún las domina la enajenación de la tecnología y el sexo opuesto.

Sin embargo, ellas escuchan el llamado a la aventura a partir de la muerte de sus esposos o padres. Hay algo de lo que la muerte las libera invitándolas a ver más allá de ese mundo de comodidades. Es la muerte quien las ha hecho libres, quien les ha arrancado lo unidimensional.

Las heroínas de esta serie rechazan el llamado a la aventura a través de sus relaciones amorosas, que las atan al mundo ordinario, al relacionarse con empresarios casanova, abogados que se creen machos alfa, hombres casados y futbolistas infieles.

Cada una de Las Aparicio vive una ausencia de libertad cómoda; la realidad de estas heroínas está exenta de contradicciones sociales, la lucha de clases y la desigualdad, incluso la lucha de género pasa fuera de su ámbito, ellas sólo son vehículos para una liberación limitada por las necesidades de la sociedad industrial avanzada que dirige sus esfuerzos capitalistas a convencerse de que el suyo es un progreso global y tecnológico. Las Aparicio viven en sí mismas, no para sí mismas todavía.

Es en el debate sobre la igualdad económica donde más carencias se encuentran en esta historia. Se trata de mujeres que lo tienen todo y cuyas necesidades se limitan a lo que la sociedad unidimensional le ofrece a su género.

Por ejemplo, Alma Aparicio está enajenada con un negocio de comercio sexual masculino, con el que desde la justificación del progreso y la búsqueda de la liberación femenina, lo que hace es resarcir las carencias de un sistema que cubre necesidades a través de un contrato, y no desde una estructuración equitativa que provea de igualdad para satisfacer las necesidades de los individuos.

Alma enajena la insatisfacción sexual de la mujer desde la exclusión de la mujer, pero no involucra a ambos en un mismo proceso donde cada quien asuma su responsabilidad sexual; digamos que orienta a las mujeres para satisfacer a sus hombres y a sí mismas, sin tomar en cuenta que la sexualidad está vinculada a una relación de poder mucho más compleja, donde el papel de sometimiento sexual de la mujer sigue siendo el mismo, con la diferencia de que en la industrialización del sexo ella debe pagar por ser sometida.

En el caso de Mercedes, ella se encuentra en una disyuntiva de tipo dialéctico tras la muerte de su esposo infiel; “Meche” –como le dicen sus hermanas− se pregunta si debe o no asumir el papel de su esposo como accionista del bufete que presidía. Cuando ella toma conciencia de clase y de su carácter unidimensional como ama de casa, es en el momento en que Claudio –abogado y miembro del bufete−, le pide que firme para cederle los derechos de su marido muerto refiriéndose a ella como “princesa”; es entonces, mientras ella va manejando de noche regreso a casa, que revive en su mente aquel episodio y exclama golpeando al volante del auto: “Princesa, princesa tu chingada madre…” y se decide a tomar las riendas de su vida; tras una decisión de tipo dialéctico, pasa de la conciencia en sí a la conciencia para sí. Sin embargo, la revolución personal de Mercedes queda ahí y más tarde se acuesta con el abogado que le dijo “princesa”, y es cuando ella decide regresar a la unidimensión.

Las Aparicio tiene una lectura crítica donde el capitalismo moderno que vislumbraba Marcuse, se basa en las opciones que la sociedad industrial avanzada ofrece para presentar una libertad limitada en el consumo sexual, proceso en el cual la mujer no deja de ser producto por ser ahora consumidor, sin embargo, en ninguna de las dos facetas deja de reproducir al sistema que la esclaviza.

Mercedes, Julia, Alma y Rafaela reproducen los patrones de los hombres capitalistas sin lograr una independencia real del prejuicio de lo femenino y lo masculino, ya que no se han desprendido aún de la dimensión única del género sexual; incluso parecen engañarse en un mundo de hombres unidimensionales que solo las deja elegir entre asumir la enajenación del hombre o la mujer; o incluso ambas, sacrificándose en una doble opresión sin lucha de opuestos.

El prejuicio forma parte del aparato ideológico con el que el sistema se sirve a reprimir vendiendo falsa liberación; para cualquier Aparicio, el prejuicio más grande es la muerte; el concebirse a sí mismas como portadoras de un mal presagio que se convierte en destino ineludible, sin posibilidad de cambio.

La sociedad unidimensional de Las Aparicio son sus apariencias y las de los que las rodean: el racionalismo de la era moderna es suplantado por el prejuicio y la doble moral; por ejemplo, Armando dice, tras su relación con Julia, que él a las mujeres “o las vuelvo lesbianas, bisexuales o las confundo”; Alma dice estar condenada a la soledad como castigo o sacrificio por desarrollarse profesionalmente; Rafaela dice estar predestinada a padecer un cáncer de pecho hasta la muerte y ni si quiera le interesa hacerse exámenes médicos; Julia siente que no puede evitar la confusión de la poligamia; la hija de Alma, Ileana se siente comprometida a no entregar su virginidad.

En fin, en Las Aparicio, las apariencias engañan y enajenan a quienes aparentan ser libres.